Por Juan Pablo Ojeda
En las últimas semanas, el gobierno de Donald Trump ha intensificado un discurso que especialistas califican como “falso y peligroso”: culpar a los migrantes de prácticamente todas las fallas económicas que su administración arrastra. La acusación más reciente vino del secretario del Tesoro, Scott Bessent, quien aseguró que el alza en el precio de la carne se debe a que los indocumentados traen vacas infectadas desde la frontera sur. Un argumento que, según expertos, no solo carece de sustento, sino que busca desviar la atención del creciente descontento por el costo de vida.
Bessent afirmó en FOX que una enfermedad supuestamente introducida por migrantes habría obligado a Estados Unidos a cerrar la frontera a la carne mexicana. La declaración desató burlas en redes sociales, donde circularon memes de migrantes “cargando reses” sobre el muro fronterizo. El caricaturista mexicoestadounidense Lalo Alcaraz aprovechó la controversia para lanzar una crítica mordaz: “Las vacas son más fáciles de pasar porque caben en una tortilla con cebollita”, ironizó en entrevista.
Para académicos como Ricardo Valencia, profesor de la Universidad Estatal de California Fullerton, este discurso es parte de una estrategia vieja y efectiva: culpar a los migrantes cuando las cifras económicas son adversas. “Es una ficción elaborada para desviar la atención. Le funciona a Trump cada vez que necesita movilizar a su base”, asegura. Y las cifras lo respaldan. Una encuesta de Reuters/Ipsos reveló que solo 26% de los estadounidenses aprueban el manejo del costo de vida.
La narrativa antimigrante no viene únicamente del Tesoro. Hace unos días, el vicepresidente J.D. Vance afirmó —también en FOX— que la migración indocumentada es la responsable del encarecimiento de la vivienda. Según él, “treinta millones de ilegales” saturan el mercado y “ocupan casas que deberían pertenecer a ciudadanos estadounidenses”. La cifra, sin embargo, no tiene sustento y contradice los datos oficiales.
Valencia explica que estos argumentos repiten discursos de la ultraderecha internacional, particularmente en Canadá y el Reino Unido, donde el Estado controla parte del mercado de vivienda social, algo que no ocurre en Estados Unidos. Otros académicos, como Miguel Tinker Salas, apuntan que incluso las masivas deportaciones que promete el gobierno tendrían un efecto contrario: agravarían la escasez de mano de obra en sectores como la construcción, prolongando la crisis de vivienda.
Para los especialistas, este giro retórico responde a un momento político complicado: altos precios, tensiones internas y escándalos mediáticos que desgastan la imagen del gobierno. Por eso, aseguran, la Casa Blanca ha encontrado en los migrantes un “chivo expiatorio eficaz”.
Tanto Valencia como Alcaraz coinciden en que la comunidad migrante no debe dejar pasar estas narrativas. “Callarse no es opción”, resume el profesor. “Denunciar y desmentir estas acusaciones es indispensable, porque ambas son falsas y revelan un profundo desconocimiento de cómo funciona la migración”.
