Ciudad de México, 16 de septiembre de 2025. – Durante la pandemia de COVID-19, el consumo de alcohol en México aumentó de forma preocupante, especialmente entre las mujeres. Así lo reveló un estudio realizado por Claudia Ivette Jaen Cortés, técnica académica de la Facultad de Psicología de la UNAM, quien documentó que cinco de cada diez personas recurrieron a esta sustancia en ese periodo de confinamiento.
El análisis, presentado en el noveno ciclo UNAMirada desde la Psicología, identificó que las mujeres fueron más propensas a beber cuando enfrentaban aislamiento social, debido a la doble carga que representó el teletrabajo junto con las labores domésticas y el cuidado de los hijos.
Salud mental bajo presión
Jaen Cortés explicó que la pandemia incrementó los diagnósticos de depresión y ansiedad, en niveles de moderados a graves. La incertidumbre y la falta de control fueron factores determinantes.
El estudio contó con la participación de 318 adultos, en su mayoría mujeres de entre 18 y 79 años (edad promedio: 36). De ellos, seis de cada diez estuvieron en confinamiento estricto.
Los resultados arrojaron que el aislamiento generó repercusiones directas en la salud mental y elevó actitudes de hostilidad, además de problemas de pareja: incremento en el uso de aplicaciones de citas, sexting, infidelidad emocional y sexual, así como mayores niveles de violencia doméstica.
Violencia y vulnerabilidad en el confinamiento
La investigadora recordó que, de acuerdo con la ONU, una de cada tres mujeres en el mundo sufrió violencia física o sexual por parte de su pareja durante la emergencia sanitaria. En México, también aumentaron las llamadas de auxilio a líneas de atención a la violencia en el hogar.
“El hogar, que debía ser un espacio de resguardo, en muchos casos se convirtió en un lugar peligroso”, advirtió.
El riesgo del alcohol
El alcohol, señaló Jaen Cortés, es una sustancia altamente adictiva que está relacionada con más de 200 enfermedades y trastornos, entre ellos la cirrosis hepática y los accidentes de tránsito. Su consumo prolongado provoca más de tres millones de muertes prematuras al año en el mundo, además de graves consecuencias familiares, laborales y sociales.
Una sociedad más vulnerable
La especialista concluyó que la pandemia intensificó problemas preexistentes en la interacción social y emocional: ansiedad, insomnio, estrés y ataques de pánico. “La ausencia de contacto físico con familiares y amigos nos volvió más vulnerables”, puntualizó.