Por Bruno Cortés
La Cámara de Diputados arrancó la semana con una señal política poco común: un encuentro con 75 representantes diplomáticos, el más numeroso en una década, donde la presidenta de la Mesa Directiva, Kenia López Rabadán, pidió que México profundice su diálogo con la comunidad internacional. En un país donde la política suele mirarse hacia adentro, López Rabadán insistió en que el Congreso tiene que funcionar como un puente con el mundo, no como una isla.
Explicó que, ante los retos que hoy enfrentan las naciones —migración, cambio climático, presión económica, seguridad, crisis humanitarias— México no puede quedarse viendo, porque forma parte de los países que activamente discuten soluciones multilaterales. Y aquí es donde entra la política pública: cuando el Congreso se abre a escuchar cómo otros países han enfrentado los mismos problemas, se acelera el aprendizaje, se evitan errores ya cometidos en otros lugares y se pueden copiar medidas que sí funcionaron. Eso, dijo, es justamente el valor de vincularse con embajadores y parlamentos extranjeros.
La diputada destacó que los llamados “grupos de amistad”, esos que muchas veces parecen solo protocolo, son en realidad herramientas para tener contacto directo con legisladores de otros países y comparar cómo diseñan leyes, cómo operan sus agencias y cómo enfrentan desafíos parecidos. Es un intercambio que puede sonar diplomático, pero que en términos prácticos ayuda en temas muy concretos: desde cómo regular energías limpias hasta cómo proteger derechos humanos o administrar presiones migratorias sin romper con la legalidad.
López Rabadán subrayó que México, desde su pluralidad política, tiene la responsabilidad de participar en esas conversaciones internacionales. Si el Congreso es un órgano plural por diseño —con voces distintas, puntos de vista opuestos y negociaciones constantes—, esa misma diversidad, afirmó, debe reflejarse en la forma de relacionarse con el exterior. Para ella, abrir las puertas del parlamento a los embajadores no es solo cortesía; es parte del trabajo legislativo para construir mejores soluciones.
La presidenta recordó a los diplomáticos que San Lázaro es la casa de todos los mexicanos, pero que también es su casa. La invitación quedó abierta para que vuelvan cada vez que quieran, que dialoguen con las comisiones, que presenten experiencias de políticas públicas y que compartan lo que está funcionando —o lo que no— en sus países.
Cerró con un mensaje directo: México quiere y debe ser un actor activo en los debates globales, y para eso se necesita un Congreso que dialogue, que acuerde y que no se encierre. Profundizar esta etapa de acercamiento, dijo, fortalece la vocación democrática del Poder Legislativo y ayuda a que México siga “vigente” en la conversación internacional.
