“Donde se siembra amor, florece Zacatecas”: SEDIF rinde cuentas con alma

En un país donde los informes de gobierno suelen sonar como trámites burocráticos con sabor a powerpoint, el Segundo Encuentro de Resultados del Sistema Estatal DIF en Zacatecas ofreció algo diferente: emoción, propósito y hasta metáforas botánicas. Ahí, entre palabras sembradas con cariño y cifras que florecen como girasoles en julio, Sara Hernández de Monreal presentó un balance de acciones que, al menos en el papel, hacen que uno quiera creer que sí es posible transformar desde lo más esencial: la infancia y la familia.

Con el respaldo del gobernador David Monreal Ávila, quien no escatimó en elogios ni en metáforas amorosas («con amor, valores y principios, se transforma Zacatecas»), el evento fue mucho más que una pasarela institucional. Fue una exhibición de cómo, al menos en Zacatecas, el asistencialismo se intenta reemplazar por un modelo de justicia social con rostro humano, donde estar bien en familia es más que un eslogan: es una estrategia política.

El dato duro no se queda corto: 116 niñas y niños reintegrados a sus hogares, 14 adopciones concretadas, 7.6 millones de raciones calientes servidas en comedores escolares y 600 mil paquetes alimentarios distribuidos en comunidades vulnerables. A esto se suma la colocación de la primera piedra de la Casa Cuna “Semillitas”, símbolo de un futuro con menos discursos y más refugios.

Sara Hernández sostuvo con firmeza que no administra carencias sino que construye soluciones. Y en un país donde el sistema DIF a veces parece olvidado entre carpetas polvosas, este tipo de afirmaciones resuenan como un llamado a dignificar la labor social. Su mensaje fue claro: “Estar cerca de quienes más lo necesitan no es un acto asistencial, es un acto de justicia”. Palabras que, en el contexto actual, suenan más rebeldes que románticas.

Desde el programa Corazón Contento, que combate el hambre con alimentación escolar y comunitaria, hasta Casas de Amor, que ofrece albergue digno a quienes lo han perdido todo, la gestión del SEDIF se articula sobre siete ejes que suenan más a política de Estado que a buena voluntad: salud, cultura, legalidad, profesionalización, apoyo directo, familia y nutrición. Todo con una narrativa que busca arrancar esperanza sin caer en la condescendencia.

El albergue CAVIZ atendió a 37 mujeres y 68 menores víctimas de violencia, mientras que el Centro de Atención a la Violencia Familiar llevó prevención a más de 300 planteles educativos. Y en un país con cifras escandalosas de violencia doméstica, esto no es poca cosa. El DIF estatal no se limitó a reaccionar, sino que intentó prevenir. Que no es lo mismo ni se escribe igual.

Y aunque el evento tuvo todos los ingredientes del oficialismo –baños de pueblo, ovaciones medidas, y agradecimientos a la familia– también mostró un esfuerzo serio por profesionalizar la asistencia social. Desde capacitaciones internas hasta una gestión transparente y basada en evidencia, el SEDIF parece querer reinventarse como una institución con vocación, técnica y empatía.

Al cierre, Sara Hernández, entre sonrisas y palabras suaves, lanzó su promesa más fuerte: aprovechar los dos años que restan no sólo para continuar, sino para consolidar un legado institucional que trascienda sexenios. “Porque donde se siembra amor, florece la paz. Y donde florece la paz, florece Zacatecas”. Una frase tan poética como peligrosa si se convierte en consigna sin acciones. Pero, por ahora, deja la impresión de que, al menos en este rincón del altiplano, el DIF no es un adorno de primera dama, sino una maquinaria que intenta cambiar destinos.

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