El inesperado embajador de la biodiversidad: cómo el sapo concho lucha por sobrevivir en Puerto Rico

El sapo concho, el único anfibio endémico de Puerto Rico, pasó décadas en peligro silencioso hasta que la cultura pop lo lanzó inesperadamente a la fama. Su aparición en el documental “Debí tirar más fotos” de Bad Bunny convirtió a este pequeño habitante de los bosques kársticos en una figura reconocible, generando un interés sin precedentes en una especie que desde hace más de cuarenta años lucha por no desaparecer. Detrás de su nueva popularidad hay una historia profunda de ciencia, conservación y fragilidad ambiental que ilustra los desafíos de proteger a la fauna nativa en el Caribe.

Con su característica nariz respingona y su carisma peculiar, el sapo concho se ganó un lugar en la cultura popular al pronunciar la frase “Acho PR es otra cosa” en la producción del artista urbano. Pero para los especialistas, su relevancia va mucho más allá de un guiño humorístico. Como explica Sondra Vega, bióloga de la Universidad de Puerto Rico en Arecibo, la exposición mediática permitió visibilizar a una especie que ha estado presente desde siempre en la biodiversidad puertorriqueña, aunque con muy poco reconocimiento social. Para Vega, que lleva décadas dedicada a su conservación, la conexión generada por el documental ha sido una oportunidad invaluable para educar y despertar interés en la ciudadanía, especialmente entre las generaciones más jóvenes.

El sapo concho —cuyo nombre científico es Peltophryne lemur— enfrenta amenazas que han reducido severamente sus poblaciones. En su hábitat natural solo vive entre tres y cuatro años, debido a la pérdida de zonas de reproducción, la presencia de depredadores como las libélulas y el impacto de especies invasoras. Su supervivencia ha dependido de programas de reproducción asistida iniciados en 1984, que han intentado contrarrestar el declive y fortalecer las poblaciones silvestres. En cautiverio, la expectativa de vida puede duplicarse, pero garantizar su permanencia en la naturaleza requiere esfuerzos coordinados y continuos.

Uno de los grandes retos ha sido la reproducción en instalaciones adecuadas. Abel Vale Nieves, presidente de Ciudadanos del Karso, lamenta que actualmente los procesos reproductivos ocurran principalmente en zoológicos de Estados Unidos y Canadá. Desde allí se transportan ejemplares por avión en condiciones controladas para ser liberados en Puerto Rico, un procedimiento costoso y logísticamente complejo. Por ello, insiste en la necesidad urgente de un centro de reproducción en la isla, que permitiría abaratar costos, mejorar la eficiencia y fortalecer la participación local.

En su finca El Tallonal, tres charcas artificiales ofrecen un refugio especialmente diseñado para el sapo concho, una especie que se reproduce de forma explosiva en periodos cortos, generalmente después de lluvias intensas. Una sola hembra puede liberar entre mil y tres mil huevos en un evento, y en casos excepcionales hasta quince mil. Gracias a los programas de conservación, solo en junio de 2025 ya se habían liberado más de 750,000 renacuajos, sumando casi 59,000 durante la temporada de verano de ese año. Estas cifras reflejan el compromiso de múltiples instituciones, incluido el Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA), el Gobierno federal y más de una docena de zoológicos norteamericanos.

A pesar de estos avances, el conocimiento público sobre el sapo concho aún es limitado. Ramón Luis Rivera, asesor técnico de la división de Ecología del DRNA, recuerda que antes de su inesperado salto a la fama menos del 5 % de los puertorriqueños sabía de su existencia. Por ello, la creación del primer centro de reproducción de especies en peligro de extinción en Puerto Rico podría marcar un antes y un después en la relación de la comunidad con esta especie nativa. Además de permitir investigaciones locales y reducir la dependencia del extranjero, abriría las puertas para que estudiantes y voluntarios se involucren directamente en su conservación.

El proyecto del centro ya cuenta con la aprobación del DRNA y solo espera el aval de la Oficina de Gerencia de Permisos para iniciar una construcción que podría extenderse entre doce y dieciocho meses. Para muchos científicos, este será un punto crucial para garantizar la continuidad de la especie en su propio territorio. Mientras tanto, la esperanza también llega desde escenarios inesperados: Sondra Vega confía en que Concho, el personaje del documental, tenga presencia en la próxima gira internacional de Bad Bunny. Si esto ocurre, el sapo concho podría trascender fronteras y convertirse en un embajador global de la fauna puertorriqueña, llevando consigo un poderoso mensaje sobre la conservación y la importancia de proteger a las especies que, sin fama ni reflectores, sostienen la riqueza natural del archipiélago.

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